'Infinity Pool', Alexander Skarsgård se estremece de placer con las torturas del festín 'gore' de Brandon Cronenberg
Mariona Borrull
Mariona Borrull
-Redactore
Especialista en películas de estreno y series de actualidad, festivales internacionales y todas las novedades de cine de autor. Disfruta como nadie con la crítica queer, los videojuegos y todo lo que tenga una buena dosis de representación no binaria. (elle/ella)

Al fin y al cabo, ninguno de los dos puede escapar de sus sueños salvajes.

James Foster (Carretera perdida (David Lynch, 1997). Al fin y al cabo, ninguno de los dos puede escapar de sus sueños salvajes.

Entre horrorizado y campante, James Foster es finalmente engullido por las tripas de la isla de Li Tolqa, lugar que comprendió y sistematizó el violento lenguaje del colonialismo, hoy estimable fuente de ingresos gracias al turismo de alta gama. Sundown (2021).

Infinity Pool
Infinity Pool
1h 59min
Dirigida por Brandon Cronenberg
Con Alexander Skarsgård, Mia Goth, Cleopatra Coleman
s
3,1

En otra pista correrá el slasher, cuidadosamente estructurado en círculos de forma que crimen y castigo se repitan hasta el infinito. Cronenberg perpetúa la idea fundamental de que el género gore por excelencia despedaza los cuerpos de sus víctimas para purgarlos de su carga moral. Por ello, y a pesar de las tretas que el dinero ofrece para sobrepasar el sistema, comenta el oficial de la prisión de Li Tolqa, cuando alguien es castigado “tiene que creérselo”. Los dos grandes ejes temáticos de la película, el reconocimiento y la destrucción del yo, tienen también un carácter reflejo; no iten duda. He ahí la gran hipótesis que Cronenberg investiga, por lo menos, desde Possessor (2020): que se puede armar otro sistema moral, uno puramente fisiológico. Que los cuerpos tienen derecho a hablar por sí mismos. Los paralelismos con el cine de su padre son tan inevitables como buscados.

Elevation Pictures

Pero he aquí tres gestos que el Cronenberg hijo ensaya y que lo separan del Cronenberg, David. Primero, el interés que muestra por el propio cuerpo de la imagen y sus deformaciones: largos fundidos encadenados, organismos en pleno morphing, la carne y el hueso reimaginados a partir de CGI. Después, el trabajo con el parpadeo (flicker) como forma de interactuar con otro canal de nuestro organismo vidente y, digamos, como lenguaje primitivo con el que mirar al patio de butacas (no son apuestas exclusivas del cine de Cronenberg; de hecho, Gaspar Noé ha trabajado profusamente en esta línea).

Por último, el moldeado expresionista de la fisonomía de sus protagonistas. Durante su primer castigo, Alexander Skarsgård viste una prótesis que le abre la boca hasta volverlo una suerte de máscara teatral griega. Cuando se estremece de placer, su cara se retuerce en una mueca de dolor insoportable. Por su parte, Mia Goth lleva años practicando ese acento suyo, ese habla sureña que mastica y desmiente la inocencia de todos sus personajes. Sin los cuerpos de ambes, el cine de Cronenberg también sería en vano.

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