Cannes 2018: Día de fiesta gracias al vaquero galáctico Han Solo y a la Pulp Fiction de David Robert Mitchell

El día que vimos una película de 'Star Wars' en Cannes con una sonrisa en la boca. O, mejor, el día que aplaudimos con los ojos 'Under The Silver Lake'. En el lado negativo ya entraría 'En guerre' de Stéphane Brizé.

Tanta prisa y nervios para nada. Al final el pase de prensa de Donald Glover, el artista indiscutible del momento, está más bien encorsetado poniéndose la(s) capa(s) de Lando Calrissian. Tiene obvia gracia nostálgica que eventos del pasado de Solo siempre comentados en la saga aquí se pongan en escena, pero aún es mejor aquello que se inventan nuevo, da igual que sea la maravillosa androide L3 (emoticono de corazón), o un villano al que da vida Paul Bettany de lo más reptiliano. Así, la película funciona sin despeinarse, no será de las mejores de la saga, pero es un blockbuster entretenido y eso, al final, es lo que suele importar al gran público.

Festival de Cannes

En otra liga es la que juega el cineasta norteamericano Andrew Garfield. La película sigue los pasos del protagonista tratando de adivinar porqué una de sus vecinas (Riley Keough) ha desaparecido de la noche a la mañana (Hitchcock se habría tronchado con la película). Con una puesta en escena absolutamente maravillosa, repleta de composiciones que parecen mirar al mundo del cómic -la película podría entenderse como un Daniel Clowes inventándose una novela gráfica con Phillip Marlowe-, en sus mejores momentos parece como si David Lynch (o Richard Kelly) trataran de adaptar a Thomas Pynchon. Película repleta de divertidísimos misterios a modo de sudokus pop, encajaría bastante bien en una triple sesión con El gran Lebowski (1998) y Puro vicio (2014), con múltiples subtramas que se amontonan deslizándose unas sobre otras, lo cierto es que Under The Silver Lake es una de las mejores películas que hemos vistos en este festival.

Alejandro G. Cavo

Vincent Lindon, héroe sindical 26115p

Festival de Cannes

En guerre. Si en el film anterior, Lindon encarnaba a un parado en la dura tarea de buscar trabajo, aquí da vida a un líder sindical en plena negociación con la empresa para evitar el cierre de la factoría donde trabajan él y centenares de personas. Brizé apuesta esta vez por una estética de aire documental con una cámara siempre metida en el meollo del asunto para transmitir sensación de veracidad e inmediatez. El conflicto que apunta el título es el que mantienen los obreros con los responsables de la fábrica, un duro pulso de movilizaciones y negociaciones entre unos sindicatos que luchan por el mantenimiento no solo de sus lugares de trabajo si no de toda una forma de concebir la economía productiva ligada al territorio, y unos patronos que solo están pendientes de las ganancias de los accionistas. Como en La ley del mercado, Brizé se aferra a un dispositivo un tanto forzado para dar entidad cinematográfica a la plasmación de un conflicto socioeconómico que se repite por toda Europa. La película parte de la contradicción de querer jugar en la liga de cierto cine social de vocación urgente, obrera y colectiva pero plegarse a la necesidad de que una estrella como Vincent Lindon lidere la narrativa, presida casi todos los planos y no pare de vociferar en todo el metraje. A pesar de todo, En guerre, se desarrollaba dentro de cierta corrección monocorde hasta ese final que abandona cualquier dignidad obrera y fuerza la máquina sensacionalista y emocional de manera indignante.

Eulàlia Iglesias

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