Nos despedimos de Cannes con una de sus mejores películas: Moulin Rouge (2001), parece una película de Ozu al lado de la troqueladora de planos y secuencias que es Elvis.

El genio es doble. Primero, porque Luhrmann es capaz de transformar en imágenes superlativas el verdadero eros de Elvis Presley. Y segundo, porque aunque la película parte de un territorio mítico, no uno real, y hay hipertrofia allá dónde se mire, ésta resulta mucho más veraz que cualquier documento histórico grabado en piedra preexistente. Por eso Elvis es más un película sobre la leyenda que fue Elvis Presley (con todas sus luces y con toda su oscuridad), que sobre la historia real de un chaval de Tupleo (Mississipi) que cambió la historia de la música, convirtiéndose en el primer fenómeno pop del siglo XX, y acabó devorado por, precisamente, toda aquella gente que decía amarle y protegerle. Elvis también era un negocio imparable, aunque de eso se encargaba más el siniestro Colonel, un rey del merchandising, un rey encima del escenario, un rey que supo sobreponerse incluso a sus más bien horrendas películas -Love Me Tender (1956), Girls! Girls! Girls! (1962)-, al desprestigio al que quiso condenarle la Liga de la Decencia norteamericana, a sus discos de villancios y al propio signo de los tiempos, tanto sociales (los asesinatos de Luther King y los hermanos Kennedy), como musicales (la irrupción musical que significaron tanto The Beatles como The Rolling Stones). Y Luhrmann lo conduce todo como si de un inmenso videoclip de dos horas cuarenta se tratara: imágenes que se atropellan unas a otras y, sin embargo, tienen una fluidez narrativa bárbara, puesta en escena mimética (y agigantada) de imágenes icónicas del Rey en sus directos en televisión, un sampler continuo de los temas de Elvis mezclado con ritmos trap, salsa, rock duro, disco… la película no te da tiempo ni a pestañear, porque te habrás perdido, como mínimo, 30 planos. Esto sí es cine IMAX en todo su esplendor. Más os vale ir a verla al cine, porque si esperáis a verla en una plataforma os vais a perder de la misa, la mitad.

Vamos con el cine español. Fuera de concurso en la sección Cannes Première hemos podido ver lo nuevo de Marina Foïs- una película tremendamente violenta a nivel psicológico. Sorogoyen no deja de crecer.

Y cerramos con el Rey Sol de los cineastas: El cant del ocells (2008) -aunque en su cine, hasta aquí, exteriores siempre parecen interiores-, consigue algunos momentos realmente increíbles, incluyendo una secuencia en la que el diplomático pretende surcar unas olas en una moto acuática que, no exagero, puede ser la mejor secuencia vista en este festival. Impresionante Serra. Quizás por eso, por compensar, incluye unos planos aéreos que parecen sacados de un documental de National Geographic. Ojalá esta película sirva para que se deje de hablar de lo que dice Serra y se empiece a aplaudir lo que hace Serra.

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