Una clase de cine con mensaje
por Alejandro G.CalvoRichard Beymer, se fueron de vacío-.
Para levantar tan compleja empresa hay que tratar de enfrentarse a la siguiente pregunta: ¿Por qué hacer una nueva West Side Story si ya existe una West Side Story insuperable? ¿Por qué? ¿Es que la gente ha abandonado el cine clásico? ¿Es que en las plataformas no está disponible (sí que está: en Filmín)?
Compramos el hecho de que merece la pena, de hecho, merece muchísimo la pena, poder ver West Side Story en pantalla grande pero ¿cómo sale mejor la jugada en términos empresariales (los que importan a los de arriba)? Es decir: ¿Cómo hacemos más dinero? ¿Produciendo una nueva película (costes) con un director de innegable tirón popular (Spielberg) a la espera de que la gente acuda en masa a las salas (ganancias)? ¿O reponiendo directamente el clásico en Navidad a la espera que el aparato nostálgico de los mayores empuje a los jóvenes a las salas cinematográficas? Preguntas lanzadas al mar abierto de una sociedad devorada por la entropía del sofá mullido y el rápido a contenido dramáticamente banal y estéticamente aplanado. Sigamos.
Que se me entienda: yo haría obligatorio el visionado de West Side Story en las escuelas públicas, una nueva liturgia: la cinematográfica, y este trimestre sólo grandes musicales: Cantando bajo la lluvia (1952), Un americano en París (1951), Las zapatillas rojas (1948), Los cuentos de Hoffman(1951), My Fair Lady (1964), Purple Rain (1984), The Muppet Movie (1979), Rocky Horror Picture Show (1975), Cabaret (1972), Funny Girl(1964), Sonrisas y lágrimas (1965), Los paraguas de Cherburgo (1964), Guys and Dolls (1955), Little Shop of Horrors(1986), Annette (2021)...
Pero, asumiendo mi condición de señor mayor que levanta el bastón al cielo con gesto agrio, tengo que reconocer que me he emocionado hasta el tuétano con el West Side Story de Steven Spielberg. Por dos razones básicas:
1. Por la clase cinematográfica del realizador, donde, en su primer musical, da una lección de puesta en escena del género siempre apegado a los códigos básicos cimentados por Gene Kelly y Stanley Donen y que, en muchos momentos, busca mimetizar el plano con la película de Wise y Robbins (del que conserva sus coreografías)
2. Por el mensaje frontal anti-odio que la película recrea en su nueva adaptación de “Romeo y Julieta”. El West Side Story de Spielberg no sólo es la belleza de la recreación de un musical clásico, también es un film político sobre como el amor debería tumbar al odio y, sin embargo, el odio logra retroalimentarse hasta llevárselo todo por delante. Por eso West Side Story es una película anti-racista, anti-nacionalista, anti-xenofobia... anti-odio en definitiva, la clase de película que no entenderá alguien que vote a la ultraderecha.