De la sátira a la tragedia
por Tomás Andrés GuerreroEn los primeros minutos de La fiebre de los ricos, protagonizada por El hoyo y su secuela, pero con mayores recursos.
En una escena, un guionista sugiere una película ambientada en un futuro donde todas las enfermedades se curan, pero la superpoblación se convierte en un problema resuelto mediante un algoritmo que decide quiénes son los menos útiles para la sociedad. Aunque la crítica social se mantiene tras el éxito de Netflix, Gatztelu-Urrutia, amplía su perspectiva, aplicando el concepto de desigualdad social a escala global.
En esta ocasión, un misterioso virus parece acabar con los ricos, ofreciendo una reflexión sobre el caos social y una manera de invertir las estructuras de poder. La película aprovecha esta situación para explorar la brecha entre los que tienen y los que no, continuando la crítica social de su éxito anterior. Aunque no siempre funciona y puede volverse tediosa en algunos momentos, sigue siendo una obra provocativa.
El filme una premisa intrigante: un virus mortal afecta a los más acaudalados, obligándolos a renunciar a sus lujos para sobrevivir. Mary Elizabeth Winstead interpreta a una ejecutiva de Hollywood que, centrada en su carrera, se enfrenta a una situación aterradora. Tendrá que despojarse de su vida acomodada para proteger a su familia mientras el mundo se va al traste.
La película comienza como una sátira cómica con elementos exagerados, pero rápidamente se convierte en un 'thriller' de supervivencia que a veces resulta excesivo y tedioso. El director retrata a los ricos como víctimas de un sistema que antes los protegía, ahora en una situación similar a la de los refugiados políticos. La película explora esta idea a través de situaciones grotescas y ridículamente exageradas, generando desconcierto y reflexión en el espectador. Aunque contiene momentos entretenidos, no logra del todo su propósito de provocar reflexión profunda.
El estilo del filme de Gaztelu-Urrutia recuerda a los futuros distópicos de otras cintas, aunque no alcanza la misma intensidad visual y narrativa que se le exige. La película es intrigante en su planteamiento y sumerge al espectador en una atmósfera de creciente desesperanza, pero no logra ser igualmente efectiva. Funciona más como una alegoría que como una obra con respuestas claras. Al final, se lamenta que la película no tenga la actitud provocativa de El hoyo, una cinta que mantenía el interés del público y provocaba reflexión sobre el mundo contemporáneo.